Publicación eltiempo.com - Fecha de publicación 24 de junio de 2014 - Por: MAURICIO SILVA GUZMÁN
Mondragón: El eterno portero de la selección
El 'turco' habló con BOCAS en la edición 15, mucho antes de su emocionante paso Brasil 2014.
Era rubio y de pelo liso, pero el cloro –o por lo menos eso dice su mamá– se le tiró la pinta de gringo. Quedó para siempre “chuto” y castaño oscuro.
Y realmente pudo ser el cloro. A partir de los cinco años, hasta los 11, todos los días a las 4:30 a. m. sus padres lo levantaron de la cama para ir a nadar.
Y del agua al colegio y de allí, de nuevo, a las piscinas, a otro largo par de horas por la tarde.
Queda claro, entonces, que el deporte era una opción de vida en su casa.
Gracias a ello, Faryd Camilo Mondragón Alí compitió por el Valle del Cauca en varios torneos nacionales infantiles y, por Colombia, en un par de Juegos Centroamericanos y en unos Panamericanos. Sus especialidades eran los 100 metros pecho y, poco antes de finalizar su rauda carrera acuática, los 100 metros libres. Pero su verdad era otra.
Su auténtica pasión fue y ha sido la que Colombia, Suramérica y el mundo conoce desde hace 22 años cuando debutó profesionalmente con la camiseta del Deportivo Cali, el 22 de julio de 1990, en el estadio El Campín de Bogotá, frente a Santa Fe, en una tarde inolvidable en la que dejó su arco en cero.
Una imponente presencia como guardameta que no solo le ayudó a recorrer los cinco continentes, y vestir un sinnúmero de camisetas, sino que lo hizo superar su propia marca como el jugador de más edad en actuar con la selección Colombia –récord que él mismo había impuesto el 12 de octubre de 2010, a los 39 años, tres meses y 21 días, cuando Hernán Darío el Bolillo Gómez lo puso a atajar frente a Estados Unidos en un amistoso–, y que el pasado 16 de octubre, en el estadio Metropolitano de Barranquilla, frente a Camerún, lo transformó en nueva marca: en ser el jugador más longevo en vestir la tricolor en toda su historia.
Fue una linda jornada en la que la selección ganó 3 a 0, al mismo tiempo que Faryd exhibió sus 41 años, cinco meses y un día, ahí, en la defensa de la portería nacional. “Una noche en la que tuve que aguantar las lágrimas cuando los barranquilleros se pararon a aplaudirme y, aún más, cuando los compañeros me entregaron la camiseta oficial del portero de Colombia firmada por todos”, subrayó.
Y ya son 19 años –con algunas interrupciones– en el arco de la selección Colombia. Y pueden ser más. Si todo sale bien, si los planetas se alinean a favor de Colombia y si el grupo que dirige Néstor Pékerman logra la clasificación al Mundial de Brasil 2014, el hoy eterno portero de la selección podría volver a una Copa de Mundo como jugador. ¿Por qué no?
Entonces, si lo siguen teniendo en cuenta, “sería el hombre más feliz de mundo”, dice el Turco con un brillo en los ojos que, ya se sabe, solo lo otorga el privilegio de la ilusión.
¿Cuándo cambió la natación por el fútbol?
La rebelión fue a los 11 años. Le dije a mi papá que ya no más natación, que lo mío era el fútbol. Es que desde muy chiquito hinché por el Deportivo Cali y tuve una fijación por Pedro Antonio Zape que era nuestro gran ídolo, tanto en el equipo como en la selección. Y de la misma manera, yo deliraba por el “Pato” Fillol. Así que, en el colegio, a los once, pedí el arco.
Claro. Siempre fui alto (1,91 metros), por lo cual también hubo acercamiento al baloncesto y una larga temporada en el voleibol. Incluso todavía juego en la playa… y lo hago bien, ¡ojo!
Una amiga suya me confesó que en el colegio le pidió un autógrafo y que usted le escribió lo siguiente: “Con mucho cariño, de quien será el mejor arquero de Colombia”. ¿Así de programado estaba?
¡Uyyyy!, no me acordaba. Pero sí, así fue. Podría tener unos 14 años y, en efecto, ese era mi sueño.
¿Cuándo empezó a atajar en serio?
A los once años, en un partido entre el Colombo Británico (su colegio) y el Bolívar. El entrenador de ellos era el técnico de las divisiones menores del Deportivo Cali y, gracias a ese partido, decidió llevarme. Luego apareció la fundación Carlos Sarmiento Lora y a partir de ahí arranqué a entrenar todos los días. Allá comenzó todo con el “Tino” Asprilla, Miguel Calero, Óscar Córdoba y Mario Yepes.
¿Y cuándo empezó en el Deportivo Cali?
En 1989, cuando me llaman a la segunda división, bajo el mando del profesor Carlos Portela Valdiri.
¿Es cierto que su debut en primera fue un “arepázo”?
El Cali, en 1990, había contratado al técnico Jorge Luis Pinto quien traía de titular al portero argentino-boliviano Carlos Leonel Trucco. El número dos era Jorge Rayo, pero estaba lesionado. El número tres era Óscar Córdoba, pero lo iban a prestar a otro equipo y si jugaba ese partido quedaba inhabilitado. A Trucco, por cosas del fútbol, no le había llegado el “transfer” internacional, entonces no pudo debutar. O sea, todo se conjugó. Lo más chistoso es que yo ni siquiera entrenaba con la profesional. Recuerdo que aquel sábado recibí una llamada a mi casa: “¿Por favor Faryd Mondragón? –era una voz muy seria–. Le habla Jorge Luis Pinto. A las 3:30 p. m. tiene que estar en la sede del club porque el bus del equipo profesional sale al aeropuerto y le toca jugar mañana contra Santa Fe en Bogotá, allá lo espero”, y colgó.
¿Un sueño apresurado?
Yo no sabía qué hacer. A los dos
segundos comenzó a sonar el teléfono: eran todos los periodistas de la ciudad
preguntando quién era yo. Yo no sabía ni qué echar en la maleta. Solo me fui
para la sede, me monté en un bus al aeropuerto y me dieron un traje de corbata.
Entonces me vi entre leyendas como Carlos Mario Hoyos, “Barrabás” Gómez,
Bernardo Redín y el “Huevito” Gil, con quien me tocó en la habitación. Recuerdo
que él me dijo: “tranquilo que jugar en segunda división es más difícil que
jugar en la profesional”. Así que yo salí a jugar mi partido con la inocencia
de los 19 años y cero entrenamiento en el plantel profesional. Tuve un par de
buenas atajadas, un par de errores imperdonables y la buena suerte de sacar un
empate a ceros. Cumplí el sueño de haber debutado con el equipo de mis amores y
en una ciudad como Bogotá.
¡Nooo! A la semana volvieron los
titulares. Vine a tapar hasta el otro año que mi papá se fue a vivir a
Barranquilla y, aprovechando que el Cali tenía una buena relación con el
Sporting, donde habían prestado a Miguel Calero, me abrieron un espacio. Calero
regresó al Cali y yo me fui, ahora sí, a debutar en serio, de domingo a
domingo, en ese nuevo proyecto costeño. Allá me hicieron goles por “la
galleta”, tuve salidas en falso, golpes idiotas, alegrías sinceras, tristezas
de todo tipo, en fin, la mejor escuela. Incluso, por una linda actuación ante
Nacional, donde saqué de todo, me llamaron para los preolímpicos. Recuerdo que
el “Tino” Asprilla fue el que me llamó a decirme que me iban a convocar. Y así
fue. Hicimos un bellísimo combo y clasificamos a Barcelona 92.
¿Es cierto que el M-19 –una vez
desmovilizado– iba a patrocinar al Sporting?
Sí, eso es verdad. El equipo no
tenía patrocinador y no nos pagaban nunca. Cuando se vino el clásico con el
Junior, con el estadio lleno, la presidenta encargada del equipo, doña Betty,
nos dijo “ya tenemos patrocinio y son los camaradas del M-19”. Nos dieron unas
camisetas con un letrero del M-19 gigante en el pecho. Cuando ya íbamos a
saltar a la cancha, el comisionado de campo de la Dimayor no nos dejó salir:
“Eso es contra el reglamento” y se atravesó. Así que volvimos a las rayas
amarillas y negras de siempre.
Un grupo de empresarios compró
los derechos del Sporting y convirtió al equipo en el Real Cartagena. ¿Cómo es
eso de hacer parte de un equipo debutante?
Muy lindo porque la afición nos
respaldó masivamente y porque hicimos un “campañón” que me puso en los ojos de
los grandes equipos del país.
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